Fecha: 27 de julio de 1984
Negociado: Infracciones Administrativas
Asunto: Audiencia al interesado
GOBIERNO CIVIL DE SEGOVIA:
Por agentes de mi autoridad ha sido dada cuenta que Vd., a las 22 horas del día 22 de los corrientes, en la carretera de Sebúlcor- Sepúlveda, en compañía de otros jóvenes, con unas ramas de gran tamaño, golpeaban a los vehículos y ocupantes de los mismos que circulaban por la carretera.Como quiera que los hechos anteriormente descritos, podrían constituir faltas gubernativas de las comprendidas en los artículos 260, 1 de la ley de Régimen local.
Es por lo que a tenor de lo dispuesto en el artículo 91 de la vigente Ley de Procedimiento Administrativo, ha tenido a bien concederle un término de diez días hábiles a partir del recibo de la presente comunicación para que en trámite de audiencia al interesado y por escrito, alegue cuanto pueda interesar a su derecho, pudiendo aportar cuantas pruebas considere pertinentes.
Dios Guarde a Vd.
La gobernadora Civil...
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Bueno, os preguntaréis, ¿cómo llegó esta carta ? ¿Qué pasó aquel día?
Como casi todos sabréis, en esa jornada se celebra, desde hace tiempos inmemoriales, una romería al río, al puente de Villaseca, andando (o por lo menos así se hacía antes), para festejar, con una buena comida, el santo, o la celebración del día de nuestra patrona.
Antes, y ahora también, estábamos organizados por peñas, incluso en aquel tiempo, ya existían los Modorros.
Nosotros pertenecíamos a la inmediatamente superior, en cuanto a edad, claro, y en ella estábamos enclavados personajes tan ilustres como:
Florentino de Frutos, Francisco Pastor, Luis Martín Tejedor, Fernando (el palentino), Carlos Santa Engracia, Alfredo Cuesta, Juan Martín, el que les habla. Bueno, lo que sí me acuerdo es que éramos once, (la mitad de 22), y pido disculpas por los que se me han olvidado.
Todo marchó con normalidad al principio, salimos al mediodía aproximadamente, andando, al río.
Ese día, de mucho calor, era mi primera Magdalena, ¿quién me iba a contar lo que iba a suceder después?
Pero, paso por paso, seguimos con el relato....
Como decía, llegaríamos al río más tarde de las dos, justo para ir preparando nuestras parrillitas, que en aquella época, se hacían en el suelo... (¡qué tiempos!).
Algunos se bañaron antes, otros se dedicaron a la comida, otros a la bebida... otros y otras al río... Porque había que ir a las peñas de las mozas, a ver si podíamos tirar alguna al agua.
Comimos y bebimos bien, me acuerdo de alguno que iba dando tumbos en mitad de los bodones del río. Otros, averiguamos en qué zona del río (metido en el agua y atado a una rama de un árbol) tenían escondido un bidón de cinco litros de calimocho los Modorros en el río, y dimos buena cuenta de él... Así paso, luego nos pedían ellos cuentas a nosotros.
En definitiva, entre risas, calimocho, chuletas, río y otros avatares, pasó la tarde.
Lamento no poder contar muchos mas detalles de la comida de aquel día, porque lo que pasó después fue lo que más nos absorbió la atención en esa jornada.
Así pues, llegó la hora de la retirada, evidentemente, también andando; medio cansados, medio bebidos, pero muy satisfechos de aquel día.
Sería más tarde de las nueve cuando ya iniciamos el camino, primero nosotros, y detrás, como a medio kilómetro, los Modorros.
Ya por la zona del río san Juan, pero sin salir del cañón, se nos ocurrió la feliz idea de coger unas ramas de chopo, que abundaban y abundan en la margen derecha de la carretera, dirección Sebúlcor, para saludar amistosamente a todos los vehículos que regresaban del río por dicha carretera.
El juego era simple: nos colocábamos, como fieles escuderos, a ambos lados de la carretera, provistos de nuestras ramas cada vez que se aproximaba un vehículo, y simplemente con el hecho de que pitara, le dejábamos seguir su camino.
¿Qué como sabían los conductores que tenían que pitar?
Pues porque se lo decíamos, con un gracioso estribillo: “ Si no pitas no pasas, Si no pitas no pasas” y...
Pitaban y no pasaba nada, es decir, pasaban y continuaban su camino.
Los Modorros ya les recibían antes que nosotros, lógicamente, se les encontraban primero, y ya los conductores sabían de qué iba la historia.
Los coches se acercaban, paraban, pitaban y continuaban, todo normal y divertido.
Así se nos hacía más corto y llevadero el camino de regreso, que ya nos pesaba por el cansancio acumulado en la jornada, y paso a paso, claxon a claxon, nos aproximábamos a Sebúlcor.
Ya estábamos en Negruela, cuando se nos acercaron más coches, todo normal: nos apartábamos a ambos márgenes de la carretera e iniciábamos el ritual de paso de vehículos, pero...
Hete aquí que uno de los coches que se acercaba a nosotros, no sabemos exactamente por qué (esto nos quedará siempre en duda) no quiso parar, no estaba predispuesto a pasar de nuevo por el ritual al que posiblemente le habían sometido antes nuestros compañeros Modorros.
A nosotros tampoco nos pareció bien que no quisiera pitar, por lo que cuando llegó a nuestra altura, siempre sin detenerse (ni pitar, claro), le acercamos las ramas al vehículo y posiblemente, alguna ramita entrara o rozara a alguno de los ocupantes de dicho coche, puesto que llevaba las ventanillas abiertas.
Por ese motivo, imagino, el vehículo en cuestión frenó en seco, para recriminarnos, regañarnos o yo qué sé, y, justamente, el que venía inmediatamente por detrás, le alcanzó, produciéndose un pequeño accidente, que aparte del ruido, solo ocasionó la rotura de un piloto trasero del coche que venía primero.
-Ay dios mío, ¿que hacemos nosotros ahora?- nos preguntamos.
Pues no se nos ocurrió otra que correr, dirección puente de Villaseca y trepar por las piedras que estaban al lado de la carretera... ¡¡¡qué forma de correr!!! Parecían los Sanfermines, y que manera de subir por las piedras los once tíos.
Yo estuve en la zona del hecho tiempo más adelante y aun en la actualidad cuando me acerco algún día andando o en bici y miro por donde trepamos digo... -¡¡¡¡dios mío, pero como pude subir yo por ahí.......!!!!-.
Bueno, seguimos..., en esto que los conductores de los vehículos implicados en el suceso, que a la postre eran familia, viendo que no podían hacer nada y debido al atasco que se estaba originando, decidieron continuar.
Nosotros, viendo todo desde las peñas, ya a lo alto del todo, como si nos hubiera perseguido un lobo.
Al rato, y viendo que se reanudaba la circulación, decidimos bajar, con mucho sigilo y cuidado, claro.
Aquí empezaban los problemas entre nosotros, ¿qué hacemos?, ¿vamos al pueblo?, ¿vamos por los campos ?........
Al final decidimos seguir por la carretera, discutiendo entre nosotros pero acercándonos a Sebúlcor.
Se hacía de noche, se acercaban las 22 horas,,, y cuando estábamos más allá de las eras del Barrio, más o menos por la zona conocida como los pinos del tío Rosca, decidimos otra vez emprender el debate sobre qué hacer y como íbamos a solucionar nuestro pecado, pensábamos: ¿se darán cuenta en Sebúlcor?, ¿nos echarán en falta?, ¿estará esperándonos la guardia civil a la entrada del pueblo?. ¿Qué nos dirán nuestros padres, familiares o vecinos?
La cosa se ponía cruda, y cada uno de nosotros aportaba una idea para poder llegar a Sebúlcor sin consecuencias, hubo una mente iluminada que incluso dijo que nos íbamos a Molinilla a apagar los automáticos de la luz y así, poder entrar a oscuras a Sebúlcor.
Otros decían continuar, otros (entre los que me incluyo) queríamos llegar a Sebúlcor por los pinares, pero abandonar la carretera, otros por el camino de la Matilla.
En esto que pasaban los minutos y los coches y no hacíamos nada, discutir y continuar, y....
En ese momento, vemos venir dos luces en dirección contraria a la nuestra, correspondientes a dos coches que se acercaban, ya les veíamos venir desde la salida de Sebúlcor y, ¿¿¿¿que hacemos nosotros, nos escondemos, nos echamos a las tierras, nos metemos al pinar????, pues al final, como tontos, nada, y mira que nos habría dado tiempo.
Los coches se acercaron a nosotros y pararon a nuestra altura, nosotros paralizados por el miedo.
Esos coches eran, un 4-L de la Guardia Civil, con cabo y sargento incluido, y el otro, uno de los vehículos implicados en el suceso (posiblemente un Seat 124 rojo).
Sale el cabo de la Benemérita del 4-L con la metralleta en la mano, nosotros acojonados en la cuneta, sale el conductor del 124, gritando, ¡ese, ese, ese ha sido!
Ese no era otro que Fernando el palentino, que el pobre hombre, por llevar una camiseta naranja, fue el más fácil de identificar para todos.
El sargento pidió calma y requirió a unos cuantos de nosotros para ir al cuartelillo. Claro, ni dios quería ir.
-Somos menores de edad- dijimos.
-¿Sois alguno menor de 16 años?- preguntó el cabo, a lo que nosotros dijimos que no, que éramos todos mayores.
-Entonces, os podéis venir todos, ya que la mayoría de edad penal es 16.
Hala...
Quién iba y quien no ¿¿?? (todos, si mal no recuerdo, estábamos con 16, 17 o a punto de cumplir los 18).
Todos haciéndonos los remolones, aunque algunos no se salvaron como Fernando, Alfredo...
En definitiva, se llevaron a cinco de los nuestros claro, no había más capacidad en los coches.
Ya se fueron los vehículos, con la carga, y el resto al pueblo andando, entre discusiones y quejares.
La entrada al pueblo de los que quedaron, fue espectacular.
Nada mas entrar, a la altura del bar Gregoris, ya se sabía que algo había pasado.
-¿Qué ha pasado?- inquirían los vecinos.
-Nada, no ha pasado nada-.
-Cómo que no ha pasado nada, acaba de bajar el coche de la Guardia Civil y ha vuelto con alguno de vosotros, y son las once de la noche, y vosotros, solos-.
-Nada, que hemos tenido un lío pequeño, que dos coches se han dado un golpe y nos echan la culpa-.
El revuelo era fenomenal, todo el pueblo en la calle, los bares atestados...
Los padres de los implicados, queriendo ir al cuartelillo, los que quedaron en el pueblo, sin ir a casa, sentados en los poyetes del ayuntamiento.
Mientras tanto, los que estaban en el cuartelillo, pues de cachondeo casi, bebiendo agua de la manguera de riego de los rosales, en fin...
Al fin, y al cabo del tiempo, regresaron los ‘detenidos’ con los agentes de la benemérita, que a su vez vinieron pidiendo papeles y documentación de cada uno.
El pueblo, bastante cabreado con los civiles, invitándoles a que se fueran del pueblo, en fin, un lío fundamental.
A la postre y con la documentación de muchos de nosotros en la mano y después de tomarnos nota, se marcharon al cuartel.
A nosotros, no se nos acababa el lío, ahora a dar explicaciones a los vecinos, era, el tema en el pueblo, ya cuando estábamos todos juntos pues a hablar del tema, pero.... no estábamos todos ¡¡¡!!! Faltaba una persona...
¿¿Que ha pasado?? ¿¿dónde está.....??
Total, a buscarle por el pueblo, por las casas, por el lavadero, por el campo de fútbol, la fuente...
Al final, no le encontramos, bueno, sí, nos dijeron que se dio una vuelta y luego regresó a casa.
Y todos a cada una de las nuestras...
Eso fue todo.
Así paso el tiempo, con el tema en el pueblo para muuuchos días hasta que el día 27, recibimos la notificación que encabeza este relato, a la que hicimos alegaciones y al final, recibimos otra, ya entrado el mes de agosto, que transcribo brevemente:
...” vistas las circunstancias concurrentes en los hechos......... he resuelto sobreseer el expediente de referencia sin dar lugar a sanción económica de ningún tipo.
No obstante, este Gobierno Civil quiere hacer llegar a los expedientados el convencimiento y la idea de la necesidad de que en lo sucesivo esmeren su comportamiento cívico-social, manteniéndose alejados de todo tipo de incidentes y conductas que pudieran dar lugar a hechos de naturaleza similar a los denunciados.
La Gobernadora Civil
Bueno, y así se acabo la cosa.
De lo que sí estoy seguro es que no volvimos a coger ramos para ir diciendo a la gente ‘si no pitas, no pasas’ en la carretera.
También estoy seguro, de que no ha habido una fiesta-romería de la Magdalena, tan sonora (me refiero al claxon de los coches, claro).
Muchas Gracias por vuestra atención.
Un saludo y felices fiestas para todos.
Santi
Notas Aclaratorias:
Los personajes y nombres incluidos en la historia, son reales.
Me he permitido incluirlos sin su consentimiento, porque es una historia real, con fallos en mi memoria, pero que se puede conocer en cualquier momento y preguntando a cualquiera de los implicados y familiares.
No obstante, si alguna persona se siente perjudicada al aparecer su nombre en este relato, pido disculpas y reitero que no ha sido con el ánimo de acusar ni descubrir nada que pueda perjudicar a cualquiera.
Aun así, he tratado de generalizar, sin decir que persona ha hecho esto, o que persona ha hecho lo otro, sino que he hablado siempre como conjunto.
De esto, hace años, y cualquier detalle que alguien pueda aportar, será bienvenido, así como cualquier aclaración.
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