LA ERMITA Y LOS ICONOS MAS ANTIGUOS Y MAS BELLOS DE SAN FRUTOS, EL EREMITA DEL DURATÓN

Primitivos, iluminados, eremitas, anacoretas, ermitaños y videntes que aspiraban a encontrarse a solas con Dios, tenían y daban sus particulares reglas y pautas para la convivencia humana, siempre difícil, milenios antes de San Benito de Nursia y su famosa regla (480-547).
La corta vida eremítica de San Frutos (642-715) pasó entre rudos pastores, leñadores montaraces, pobres campesinos con huertos, molinos y batanes y tierras de labor, entre bosques de leña, caza y pesca.


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La vida espartana de los campesinos no fue nuca una Arcadia feliz. En aquellos años difíciles del derrumbre de la monarquía visigoda, después de la trágica masacre teocrática de los reyes godos. Arreciaban las luchas entre militares y pobladores guerreros, en contínuas guerras por ambiciosas colonizaciones, conquistas y reconquistas sin cesar.
Gentes angustiadas, enloquecidas, "pavor en torno", buscaban refugio en las muchas cavernas de las hoces del Duratón y sus contornos con escarpados lugares telúricos.
Al eremita del Duratón acudían despavoridos gentes de toda clase y condición que San Frutos socorre durante toda su vida eremítica y después de su gloriosa muerte (715).
Sus reliquias fueron sepultadas en la cumbre de la roca inexpugnable, "castrum" céltico, hispano-romano, judío, árabe, musulmán, cristiano, cueva, cuna, sepultura y santuario rupestre.
Una sólida cripta prerománica protegió las reliquias, que hacían milagros y prodigios innumerables. La roca se convirtió en foco y encuentro de culturas y civilizaciones diferentes.
Cinco siglos después, los monjes de Clunym benedictinos franceses, llegaron a España. En menos de 25 años, la emblemática ermita fue ampliada y reconstruida la fábrica actual de la iglesia, que apunta al gótico primitivo.
El aprovechamiento de todos los elementos escultóricos y arquitectónicos de la cripta y de otras construcciones anteriores facilitó la rápida reforma y la reconstrucción. La nueva iglesia erigida "Priorato de San Frutos", dependiente del Abadía de Silos, fue consagrada y datada en el siglo XI de la era cristiana.
Con estas históricas premisas, mayores y menores pueden defender con rigor científico las siguientes tesis: De las doce descomunales columnas y capitales de la antigua cripta-fortaleza, adosados en galería a los muros del norte y sur, en el capitel sexto del norte hay dos iconos que representan a San Frutos primero mirando al oeste, sentado, en meditación profunda, con un rústico bastón entre sus piernas, sostenido con sus dos manos. Al otro lado, San Frutos de pie, bajo de estatura, como el homínido, anterior al "homo sapiens", los brazos muy largos, muy extendidos y muy elevados, el bastón empuñado en mano derecha; un libro abierto del todo por la mitad de sus hojas se derrama como el agua de la fuente en la palma de su invisible mano izquierda: San Frutos predicando, con la energía divina que viene del Buen Dios, no de él, el segundo icono.
Además, ambos rostros iguales, juveniles, casi redondos, sin barba. Sus ropajes, de idéntica medida y hechura, no son monacales ni litúrgicos. Sus cabezas sin mitra, iguales. Los ojos de los iconos...
Con todo se concluye que estos dos iconos clonados, no representan a San Benito entregando su regla a un monje benedictino, como se ha venido transmitiendo persistentemente, contínuamente. Estamos ante los iconos más antiguos y más bellos del eremita del Duratón.
El antiguo rito de dar las tres vueltas alrededor de la antigua estela funeraria de San Frutos cada vez con más adictos, con el secreto de un buen deseo, se cumple, sin pecado.
Este año el día de San Frutos, un sin pecado, con buena fe, como se pide en las tres vueltas, tres veces rezó, en los secreto, con el deseo de la ansiada paz mundial.

Pablo Sáinz Casado.

FUENTE:
EL ADELANTADO DE SEGOVIA

Uge, La Web de Sebúlcor

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