Las ruinas dan fe de la despoblación.
Las casas, diáfanas sus entrañas, dormitan a la sombra de la desolación y perpetúan la obviedad de que el hombre se repliega del olvido abandonando la soledad y el aislamiento de sus casas a pesar del miedo a no saber sobrellevar la nostalgia del pasado que se revela en recuerdos de la infancia. El sentimiento de pertenencia a un lugar perturba la conciencia de quien se distancia de su origen.
El paso del tiempo castiga el rostro de “San Miguel de Neguera”, término municipal que corresponde a la localidad vecina de Sebúlcor.
La historia del pueblo, ahora deshabitado, levantado a la ribera Del Río San Juan en la vecindad de su confluencia con el río Duratón, se remonta al siglo XVI cuando el rey Alfonso VI menciona de soslayo su existencia en una misiva enviada al abad Fortunio.
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