El escritor, historiador y periodista segoviano Guillermo Herrero presenta un interesante libro sobre San Frutos y el entorno natural del eremita, patrón de Segovia. Bajo el título ‘San Frutos, un eremita en el barranco sagrado del Duratón’, Guillermo, propietario de la librería Cervantes, toda una institución en Segovia, nos invita a descubrir de forma amena al santo y su relación con las Hoces del Río Duratón.
Fue al inicio de la pandemia cuando Guillermo Herrero empezó a dar forma a este recomendable proyecto, aunque la historia comenzó mucho antes con una pregunta. ¿Realmente existió San Frutos?, ¿es verídico el relato que sobre este venerable ermitaño ha llegado hasta nosotros? A estas y a otras preguntas intenta dar respuesta San Frutos, un eremita en el barranco sagrado del Duratón (Librería Cervantes, 2021), un libro cuya pretensión final es acercar al lector, de una forma didáctica, aunque no exenta de rigor científico, tanto a la figura de este santo segoviano como al escenario principal de su vida.
La génesis de la obra comienza hace una década, cuando algunos de los más veteranos miembros de la Hermandad de San Frutos propusieron al historiador y periodista Guillermo Herrero que escribiera un libro sobre el santo. Aunque él aceptó la propuesta, y comenzó a trabajar, lo cierto es que el proyecto se fue enfriando. Y, cuando parecía haber caído en el olvido, llegó la maldita pandemia de COVID-19. El obligado confinamiento empujó a Herrero a buscar desahogos que le permitieran una evasión de la dura realidad. Y ahí estaba San Frutos, esperando.
De inicio, la obra analiza de forma sucinta las Hoces del Duratón, un espacio físico utilizado por el hombre desde la prehistoria para relacionarse con la divinidad, como demuestran los numerosos lugares sacros hallados (de culto a la naturaleza, dedicados a deidades romanas, cristianos…). Es en ese teatro del Duratón donde se establece San Frutos en la oscura Alta Edad Media, posiblemente formando parte de una ‘laura de desfiladero’, entendida como una comunidad de eremitas que desarrollaban algunas actividades conjuntamente. Además de guía espiritual, no debería descartarse de plano que San Frutos ejerciera un liderazgo político y/o militar.
La fama de San Frutos originó que, tras su muerte, su casa se convirtiera en lugar de culto. Y, en 1076, el rey Alfonso VI donó el paraje al monasterio de Silos, iniciándose así la estancia benedictina en el lugar, que habría de durar más de siete siglos, hasta que las leyes desamortizadoras decimonónicas derivaron en el final del priorato. Tras su conversión en parroquia, San Frutos inició una larga etapa de decadencia, de la que felizmente ha salido a finales del siglo XX.
En este volumen, Herrero –autor de una docena de libros sobre la provincia de Segovia, de temática histórica y etnográfica- ha puesto especial énfasis en dibujar un retrato de San Frutos y ofrecer información novedosa sobre las etapas menos conocidas del lugar en que habitó. Con la intención de conseguir un libro visual, la obra está ilustrada con imágenes históricas de San Frutos y otras recientes, de algunos de los más destacados fotógrafos segovianos actuales, como José Luis Martín Mayoral, Javier Civantos, Enrique del Barrio, Diego Conte, Kamarero, Nerea Llorente, Alfredo López, Carlos Alonso, Juan Matute, Eugenio Chicharro o Miguel Pascual.
El libro concluye invitando al lector a una visita guiada por el entorno de San Frutos, con final en la ermita, donde se detallan sus principales obras de arte.
Fue al inicio de la pandemia cuando Guillermo Herrero empezó a dar forma a este recomendable proyecto, aunque la historia comenzó mucho antes con una pregunta. ¿Realmente existió San Frutos?, ¿es verídico el relato que sobre este venerable ermitaño ha llegado hasta nosotros? A estas y a otras preguntas intenta dar respuesta San Frutos, un eremita en el barranco sagrado del Duratón (Librería Cervantes, 2021), un libro cuya pretensión final es acercar al lector, de una forma didáctica, aunque no exenta de rigor científico, tanto a la figura de este santo segoviano como al escenario principal de su vida.
La génesis de la obra comienza hace una década, cuando algunos de los más veteranos miembros de la Hermandad de San Frutos propusieron al historiador y periodista Guillermo Herrero que escribiera un libro sobre el santo. Aunque él aceptó la propuesta, y comenzó a trabajar, lo cierto es que el proyecto se fue enfriando. Y, cuando parecía haber caído en el olvido, llegó la maldita pandemia de COVID-19. El obligado confinamiento empujó a Herrero a buscar desahogos que le permitieran una evasión de la dura realidad. Y ahí estaba San Frutos, esperando.
De inicio, la obra analiza de forma sucinta las Hoces del Duratón, un espacio físico utilizado por el hombre desde la prehistoria para relacionarse con la divinidad, como demuestran los numerosos lugares sacros hallados (de culto a la naturaleza, dedicados a deidades romanas, cristianos…). Es en ese teatro del Duratón donde se establece San Frutos en la oscura Alta Edad Media, posiblemente formando parte de una ‘laura de desfiladero’, entendida como una comunidad de eremitas que desarrollaban algunas actividades conjuntamente. Además de guía espiritual, no debería descartarse de plano que San Frutos ejerciera un liderazgo político y/o militar.
La fama de San Frutos originó que, tras su muerte, su casa se convirtiera en lugar de culto. Y, en 1076, el rey Alfonso VI donó el paraje al monasterio de Silos, iniciándose así la estancia benedictina en el lugar, que habría de durar más de siete siglos, hasta que las leyes desamortizadoras decimonónicas derivaron en el final del priorato. Tras su conversión en parroquia, San Frutos inició una larga etapa de decadencia, de la que felizmente ha salido a finales del siglo XX.
En este volumen, Herrero –autor de una docena de libros sobre la provincia de Segovia, de temática histórica y etnográfica- ha puesto especial énfasis en dibujar un retrato de San Frutos y ofrecer información novedosa sobre las etapas menos conocidas del lugar en que habitó. Con la intención de conseguir un libro visual, la obra está ilustrada con imágenes históricas de San Frutos y otras recientes, de algunos de los más destacados fotógrafos segovianos actuales, como José Luis Martín Mayoral, Javier Civantos, Enrique del Barrio, Diego Conte, Kamarero, Nerea Llorente, Alfredo López, Carlos Alonso, Juan Matute, Eugenio Chicharro o Miguel Pascual.
El libro concluye invitando al lector a una visita guiada por el entorno de San Frutos, con final en la ermita, donde se detallan sus principales obras de arte.
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