Nos quedamos sin árboles suficientes en los que abrazarnos a la vida. De poco sirven los buenos propósitos, si se olvidan en el baúl de los recuerdos. Desde hace tiempo, personas entendidas en la diversidad biológica, nos aconsejan cuidar el espacio nativo, plantar más árboles y poner coto a los patrones de producción actuales, sumamente contaminadores. Las alarmantes oscilaciones climáticas están ahí, como llamada de cambio en nuestra conducta ambiental. Las irresponsabilidades siempre pasan factura. Eso de cuidar el entorno, que es cosa de todos, se ha convertido en cosa de nadie y en cuestión de pasividad. Destruir la vegetación, unas veces por omisión y otras por acción, nos da igual. Al fin y al cabo, todos somos de algún modo cómplices. Para colmo de males, la complicidad de pasar la mano en esta materia, por parte de las distintas administraciones, ha sido manifiesta; asunto que resulta inconcebible. El que daña debe reparar el daño por lo menos. Esperamos que esto cambie.
La permisividad de ilegalidades que contribuyen a la deforestación, demuestra que prevalecen intereses económicos sobre los del ecosistema. Talar un árbol no cuesta nada. El suelo está a disposición del ladrillo o de las autovías. No importa que se atraviese un bosque y se raje a corazón abierto la savia cósmica. Lo que prevalecen son los intereses económicos. Lo de hacer la existencia más habitable queda en los labios del poeta y en los jardines de la soledad. Adiós a tantas arboledas perdidas, regeneradoras de espíritu. La prelación está clara, por desgracia. Antes un parque empresarial, aunque lance humos a diestro y siniestro, que un parque de frondosa espesura verde. Don dinero tiene la llave del poder. Hace unos días nos participaba un Secretario de Estado, que éramos más ricos y que crecíamos más. Obviaba ese otro dato, el precio que pagamos por ello. Amén de estar presos por las hipotecas, con lo cual la riqueza es ficticia, también lo estamos por un mercado que todo lo pulveriza a su paso.
Habría que poner grilletes a la contaminación con urgencia y enseñar modales a los que no saben apreciar el paisaje, sino queremos perder el aliento entre cementos y humos, hierros y tufos, hollines y orines, vahos y gases… La mezcla de aires, los humanos desaires viciados por odios y los naturales tiznados por suciedades, es una bomba mortecina. Para retornar a la limpieza atmosférica y sanear el ambiente, la solución pasa por injertar nuevos follajes. Tocamos a muy pocos sotos para poder respirar hondo y profundo. En parte, porque hay actividades que son verdaderas guadañas, causando un quebranto enorme al medio ambiente. El libro de la creación cada año tiene menos pétalos, es más un desierto de ramas secas, donde las flores se marchitan nada más nacer. Esto es grave, porque en la naturaleza no hay recompensas, ni tampoco escarmientos, hay consecuencias irreversibles. Ya las estamos percibiendo. Y es que, cuando se menoscaba el hábitat; se amortaja la vida, mal que nos pese.
Víctor Corcoba Herrero
FUENTE:
EL ADELANTADO DE SEGOVIA
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